https://infovaticana.com/2017/09/20/bautismo-vida-ya-esta-inmersa-misterio-la-trinidad-perteneces-jesus/
En
la audiencia general que ha tenido lugar este miércoles en la Plaza de
San Pedro, el Papa Francisco ha hablado en su catequesis sobre el tema
“Educar a la esperanza”.
A continuación, la catequesis del Papa Francisco ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La
catequesis de hoy tiene como tema “educar a la esperanza”. Y por eso
usaré directamente el “tú”, imaginando que hablo como educador, como
padre a un joven, o a cualquier persona dispuesta a aprender.
¡Piensa, allí donde Dios te ha plantado, espera! Espera siempre.
No
te rindas a la noche: recuerda que el primer enemigo que tienes que
derrotar no está fuera de ti: está dentro. Por lo tanto, no dejes
espacio a los pensamientos amargos, oscuros. Este mundo es el primer
milagro que Dios ha hecho y Dios ha puesto en nuestras manos la gracia
de nuevos prodigios. La fe y la esperanza proceden juntas. Cree en la
existencia de las verdades más altas y más hermosas. Confía en Dios
creador, en el Espíritu Santo que mueve todo hacia el bien, en el abrazo
de Cristo que espera a cada hombre al final de su existencia; cree Él
te espera. El mundo va adelante gracias a los ojos de muchos hombres que
han abierto brechas, que han construido puentes, que han soñado y
creído; incluso cuando escuchaban palabras de burla a su alrededor.
No
pienses nunca que tu lucha aquí abajo es completamente inútil. Al final
de la existencia no nos espera el naufragio: en nosotros palpita una
semilla de absoluto. Dios no defrauda: si ha puesto una esperanza en
nuestros corazones, no quiere destruirla con frustraciones continuas.
Todo nace para florecer en una eterna primavera. Dios también nos ha
hecho florecer. Recuerdo ese diálogo cuando el roble preguntó al
almendro: “Háblame de Dios”. Y el almendro floreció.
Donde quiera
que estés, ¡construye! Si estás en el suelo, ¡levántate! Nunca te quedes
tirado, levántate, deja que te ayuden a levantarte. ¡Si estás sentado,
ponte en camino! ¡Si el aburrimiento te paraliza, ahuyéntalo con buenas
obras! Si te sientes vacío o desmoralizado, pide que el Espíritu Santo
llene de nuevo tu nada.
Obra la paz está en medio de los hombres,
y no escuches la voz de los que difunden odio y divisiones. No escuches
esas voces. Los seres humanos, por muy diferentes que sean, han sido
creados para vivir juntos. Ante los contrastes, paciencia: un día
descubrirás que cada uno es depositario de un fragmento de verdad.
Ama
las persona. Ámalas una a una. Respeta el camino de todos, lineal o
dificultoso, porque cada uno tiene su propia historia que contar. Cada
uno de nosotros tiene su propia historia que contar. Cada niño que nace
es la promesa de una vida que una vez más demuestra ser más fuerte que
la muerte. Todo amor que surge es un poder de transformación que anhela
la felicidad.
Jesús nos entregó una luz que brilla en las
tinieblas: defiéndela, protégela. Esa luz única es la mayor riqueza
confiada a tu vida.
Y sobre todo, ¡sueña! No tengas miedo de
soñar. ¡Sueña! Sueña con un mundo que todavía no se ve, pero que
ciertamente vendrá. La esperanza nos lleva a creer en la existencia de
una creación que se extiende hasta su cumplimiento definitivo, cuando
Dios será todo en todos. Los hombres capaces de imaginar han regalado a
la humanidad descubrimientos científicos y tecnológicos. Han surcado los
océanos, y pisado tierras que nadie había pisado nunca. Los hombres que
han cultivado esperanzas son también los que han vencido la esclavitud,
y han traído mejores condiciones de vida a esta tierra. Piensa en esos
hombres.
Sé responsable de este mundo y de la vida de cada hombre.
Piensa que toda injusticia contra un pobre es una herida abierta, y
disminuye tu propia dignidad. La vida no cesa con tu existencia, y a
este mundo vendrán otras generaciones que sucederán a la nuestra, y
muchas más. Y pide a Dios cada día el don del valor. Recuerda que Jesús
venció al miedo para nosotros. ¡Él venció al miedo! Nuestro enemigo más
traicionero no puede nada contra nuestra fe. Y cuando te encuentres
atemorizado frente a algunas de las dificultades de la vida, recuerda
que no vives solo para ti. En el bautismo, tu vida ya está inmersa en el
misterio de la Trinidad, y tu perteneces a Jesús. Y si un día te
asustases o pensases que el mal es demasiado grande para desafiarlo,
piensa simplemente que Jesús vive en ti. Y es Él quien, a través de ti,
con su mansedumbre quiere someter a todos los enemigos del hombre: el
pecado, el odio, el crimen, la violencia; todos nuestros enemigos.
Ten
siempre el valor de la verdad, pero recuerda: no eres superior a nadie.
Recuérdalo: no eres superior a nadie. Aunque fueras el último en creer
en la verdad, no te apartes de la compañía de los hombres. Aunque
vivieras en el silencio de una ermita, lleva en tu corazón el
sufrimiento de cada criatura. Eres cristiano; y en la oración todo lo
entregas a Dios.
Y cultiva ideales. Vive por algo que sobrepasa al
hombre. Y si algún día uno de estos ideales te pasara una factura
considerable, no dejes nunca de llevarlo en tu corazón. La fidelidad
consigue todo.
Si te equivocas, levántate: nada es más humano que
cometer errores. Y esos errores no tienen que convertirse para ti en una
prisión. No te dejes aprisionar por tus errores. El Hijo de Dios no
vino para los sanos, sino para los enfermos; por lo tanto también vino
para ti. Y si te vuelves a equivocar en el futuro, no tengas miedo,
¡levántate! ¿Sabes por qué? Porque Dios es tu amigo.
Si te hiere
la amargura, cree firmemente en todas las personas que todavía trabajan
para el bien: en su humildad está la semilla de un mundo nuevo.
Frecuenta las personas que han mantenido su corazón como el de un niño.
Aprende de la maravilla, cultiva el asombro.
Vive, ama, sueña, cree. Y, con la gracia de Dios, no desesperes nunca.